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Soy alumno del instituto Arroyo Harnina de 3ª diversificación Almendralejo

sábado, 13 de diciembre de 2008

para los dias de navidad


Siempre que escribo Navidad, Cangui, reconozco que esta palabra le ha quitado el sitio a la que siempre nos sonaba en la boca en este tiempo: Pascuas. Desde las cajas de mantecados a la primera persona que nos encontrábamos, la frase era la misma: «Felices Pascuas»; después, también, «y próspero año nuevo». Pero Pascuas era la voz de la tribu y de los almanaques. Navidad vino después, mucho después. Cuando los muchachos nos reuníamos —sin pagar renta, no como ahora— en la casa cerrada de la familia de algún amigo, eran reuniones «de las Pascuas», y la pregunta era la misma en todos: «¿Dónde vas a pasar las Pascuas?» Navidad vino más tarde. La noche de Navidad fue siempre Nochebuena, en la palabra diaria y en las coplas de campanilleros (tampoco nunca dijimos villancicos, otra palabra tardía en la voz de la tribu). Los niños que cantaban por la calle hablaban de la Nochebuena, de caminos oscuros camino de Belén, de peces y casamientos, de la Virgen lavando y tendiendo en el romero, de aquella piedra redonda que había en el Portal, donde puso Dios los pies para subir a la Gloria..., y los niños no lo entendíamos.
Y tras algunas palabras, nos han cambiado los sonidos, la música y el perfil de quienes cantan en estas fechas. Hace unos años iba contigo por Sevilla, una semana antes de la Nochebuena, y te quedabas admirado al ver cómo iban pasando grupos de muchachos, unos vestidos de pastores con sus zamarras y sus sombreros, otros uniformados de blanco y azul, otros de paisano…, pero todos agrupados entre la bulla festiva de la ciudad, destacando entre luces y tiendas, camino de una iglesia, un Nacimiento, una sociedad… Parece mentira cómo va cogiendo carnes la nostalgia, Cangui, justo en la misma medida en la que van alejándose algunas costumbres, cuando empezamos a decir «¿te acuerdas cuando...?»
La otra noche, caminando por la Sevilla de diciembre, amén de la pobreza del alumbrado, amén del poco «espíritu de la Navidad», amén del poco son de la ciudad con ella misma en esas fechas, si la comparamos con lo que fue hace sólo unos años, me encontré con sonidos, sí, mentiría si te dijera que la Navidad no sonaba por Sevilla. Pero ¿sabes cómo sonaba, Cangui? Sonaba en cuatro o cinco muchachos extranjeros vestidos de Papá Noël que jaleaban la música —extranjera— de sus instrumentos: un acordeón, una batería, un saxofón… ¿Dónde están las coplas de campanilleros, las guitarras, las panderetas, los triángulos, los cántaros y las alpargatas, las sonajas hechas con alambre y chapas —«bizcocheras» las llamábamos— de botellines de cervezas o de refrescos? Hoy, las Pascuas de siempre son la Navidad y los sonidos de siempre, sonidos importados. Cualquier día le llamarán de cualquier manera al Niño Jesús. Supongo, Cangui, que es así como empieza a entristecernos la memoria del tiempo…

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